Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Viernes semana XVIII del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Mt 16, 24-28.
Hoy en esta invitación al seguimiento, Jesús nos sigue hablando de si mismo. Quien quiera seguirle, que se aventure a ser como Él.
La cruz del Señor Jesús no es una exaltación del dolor. No creo que el dolor y lo que lo causa sea muy cristiano.
Desde luego que cuando vemos las tremendas injusticias que nos rodean, fruto del mal reparto de los bienes, o cuando vemos las faltas de libertad de expresión y de pensamiento, o cuando vemos el sufrimiento ocasionado por la enfermedad y la muerte, no creo nunca que sea motivado por la fe.
Tampoco creo que la mortificación autoinflingida a uno mismo para sufrir, sea muy cristiano.
La cruz cristiana es la motivada por el amor, el deseo de servir y de ayudar, que muchas veces va unido a dar nuestro tiempo, y esfuerzo, y hasta nuestros bienes. Esto conlleva una entrega de uno mismo: la cruz.
La vida de Jesús es una entrega a los demás por amor. Esto es la cruz cristiana: la invitación de Jesús hoy es a vivir el amor, aunque ello nos indique dolor.
Jesús es el primero que da la vida por los demás. Esto es cargar con su cruz. Vivir el amor.
Podemos hoy leer este pasaje evangélico, sentir al Señor en nuestro interior, y pedirle: enséñame a tomar tu cruz, Señor.
Estemos con Él.
José Luis, vuestro Párroco