En esta fecha hacemos memoria de un hecho histórico: el martirio de Juan el Bautista en medio de un banquete de cumpleaños. Lo leemos en los textos evangélicos de Mateo (14), Marcos (6) y Lucas (9).
Juan es hijo del sacerdote del templo de Jerusalén, Zacarías y de su esposa Isabel, la parienta de la Virgen. Al hacerse adulto y madurar decidió vivir con austeridad en el desierto, predicaba las verdades con una fuerza que arrebataba, llamaba a todos a la conversión y a la penitencia, logrando que la buena gente formara colas para ser bautizadas por él en el río Jordán.
Herodes Antipas era tetrarca, reinando en Galilea y Perea. Está sometido al poder de Roma. Pasa temporadas largas en la fortaleza de Maqueronte donde se ha hecho edificar una residencia dispuesta con todo el lujo propio del paganismo romano y abundando en refinamiento oriental. Tiene de todo y en abundancia.
Herodías es nieta de Herodes el Grande y, por tanto, sobrina de Antipas y su cuñada. Altiva, dominante, ambiciosa, goza con la intriga.
Juan le dice al rey: «no te es lícito vivir con la mujer de tu hermano». Herodías pidió la cárcel para callar aquella voz que le parecía insolente. Conseguido el primer paso, forja un plan para el cumpleaños.
En la gran fiesta hay muchos invitados. Hoy bailará su hija a la que Flavio Josefo llama Salomé. Con su danza se estremece Herodes y jura: «Te daré lo que pidas». La consulta a la madre tiene una respuesta maquinada: «Ahora mismo, la cabeza del Bautista». Dice el Evangelio que Herodes tuvo pena; pero, si la hubo, fue tan ineficaz como cobarde. Rodó por el suelo la cabeza y la pusieron o en un plato como regalo. Sus discípulos recogieron su cuerpo y lo enterraron.