Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo XXIV del Tiempo Ordinario.
Eclesiástico, 27, 30 – 28, 7; salmo 102; Romanos 14, 7-9 y Mateo 18, 21-35
Creo que hoy el Señor nos convoca a vivir como estilo de vida el perdón.
Perdonar y pedir perdón es realmente difícil.
Un día más, creo, deberíamos contemplar al Maestro.
Toda la vida de Jesús trascurre amando, siendo el hombre para los demás. Incluso en el momento tan duro de su muerte, vivirá el amor, dando perdón y ánimo a quien está con Él crucificado, y pidiendo hasta por sus verdugos.
No podemos arrancar este pasaje de hoy de toda la vida de Jesús: muestra el rostro del Padre que ama incondicionalmente, y desea la vida para todo ser humano.
En este ámbito debemos colocar el perdón: contemplar a Jesús es ver al Dios Amor e irnos dejando invadir por Él, llenar por Él. Vivir el Amor que nos llena, la Presencia del Señor, es ir viviendo el perdón. Vivimos el perdón no por puro voluntarismo y tan solo nuestras fuerzas, sino porque Aquel que nos llena nos invita a vivir el amor. Amar como Él.
Naturalmente, tal vez tengamos que protegernos. A veces vivimos a personas como «tóxicas» hacia nosotros. Pueden ser difíciles. Igual a veces somos nosotros los tóxicos. Pero dejarnos llenar por Él nos ayuda a transformarnos para ir viviendo más intensamente como Él, el Amor, y, por tanto, el perdón.
Setenta veces siete no es una multiplicación sino un estilo de vida: el de Jesús. Amar y perdonar.
José Luis, vuestro Párroco