Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Jueves XXIV del Tiempo Ordinario. Lucas 7, 36-50
Un Evangelio pleno para contemplar: visualizar momento a momento este pasaje evangélico, saborearlo e introducirnos dentro de él.
Imaginar al Señor en la casa, recostado a la mesa, hablando con Simón y los demás invitados; reconocer a la mujer que llega, le abraza, le besa los pies; sentir como Jesús acepta esos gestos de amor, y ve más allá de los gestos, ve el corazón de esta persona, y se dirige a ella…
Vivir la escena con Jesús.
Me gustaría, además ver dos ideas que aparentemente no importan: alguien le invitó a su casa a comer; desde que entró en la casa…
Me impresiona mucho una lectura del Apocalipsis: estoy a la puerta de tu casa, si me abres, entraré y estaré contigo.
Podíamos hoy vivir sabiendo que el Señor está a nuestra puerta, deseando entrar en nosotros. O más bien, está ya en nuestro interior deseando que sintamos que Él habita en nosotros. Es la Presencia presente en nuestro ser, en nuestra casa. Démonos cuenta de ello para, igual que Simón y aquella mujer, sintamos ese amor embargable de Jesús. Un amor que llena, libera y plenifica, y nos llena a amar a los demás. A vivir el perdón.
Os invito hoy a contemplar esta escena, a firmar parte de ella, y a sentir la Presencia del Señor en vuestra vida. Presencia muy presente.
José Luis, vuestro Párroco