Para leer el Evangelio: miércoles 30 septiembre 2020

Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.

Miércoles XXVI del Tiempo Ordinario.  Lucas 9, 57-62

Creo que estas vocaciones tienen la dureza como elemento en común.

Primero, la exigencia evangélica: no tengo donde reclinar la cabeza. Seguir a Jesús es exigente, afecta a toda la vida.

Segundo, se sigue a Jesús desde ya. No se puede dejar para después de…

Y tercero, se camina hacia adelante, sin mirar lo que se deja o a lo que se renuncia. Todo muy duro.

Pero hay una condición necesaria totalmente, y que es la que da capacidad para el seguimiento de Jesús: estas tres personas han conocido a Jesús.

Desear meterse en su seguimiento significa que no es desconocido para ellos. De alguna manera, Él se ha mostrado tal y como es. Por ello desean seguirle.

Aquí está la clave, y la fuerza para vivir estas exigencias: hemos conocido a Jesús, al Maestro. El seguimiento cristiano, la opción evangélica va a conllevar exigencias y dificultades; nunca se puede hacer o realizar por la voluntad, o voluntarismo, desde un apoyo en solo nuestra fuerza, o raciocinio, sino desde un conocimiento y este en la Escritura supone una relación íntima, nunca lo olvidemos, con el Maestro, con Aquel que da sentido a todo nuestro ser.

Hoy Jesús nos invita a su seguimiento. Nos sigue invitando. Pero tan solo lo podremos vivir en la medida en que le conozcamos, tengamos una fuerte relación de intimidad con El, y vivamos unidos con el Amor, con Él, de forma que llené nuestro ser.

Qué lo vivamos así.

José Luis, vuestro Párroco