Para leer el Evangelio: miércoles 7 octubre 2020

Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.

Miércoles XXVII del Tiempo Ordinario.  Lucas 11, 1-4

Me parece muy acertada la petición de los apóstoles: Señor, enséñanos a orar.

Según avanzamos en la vida, vamos descubriendo que hay una realidad no visible ni sensorial: no se ve, no huele, ni sabe, no se oye, no se toca… Pero es una realidad más real, si se puede decir asi, que lo puramente empírico o medible.

Se puede sentir de una firma «diferente».

Creo que nuestra vida es un largo camino para descubrir esa Realidad (y ahora lo escribo ya con mayúsculas), que sostiene todo, penetra todo, lo invade todo, lo llena todo. Todo está empapado de su Presencia. Es el Misterio que Jesús nos revela como Abba, el Papá, el Amor sin límites, Presencia misteriosa que todo lo llena, pero que no se deja atrapar. Qué está continuamente presente, pero que no deja asir o agarrar. Fuente de la vida que está deseando que nos sumerjamos en su interior, pero que nunca nos va a forzar a hacerlo, aunque lo desee fuertemente, y nos haya creado para hacerlo, para vivir en plenitud.

La oración es la forma de acercarnos a ese Manantial sin límites. Pero a veces no sabemos cómo acercarnos. Por eso hace falta que nuestro Maestro nos enseñe y nos guíe. «Señor, enséñanos a orar»

Podíamos hoy acercarnos así al Señor: hacer flotar en nuestra mente esa petición, vivir el silencio interior y exterior, y desear pedirle que nos sumerja en Él. En el Misterio presente en toda la creación.

José Luis, vuestro Párroco