Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Sábado XXVIII del Tiempo Ordinario. Lucas 12, 8-12
Un texto difícil: «quién reniegue de Jesús…la blasfemia contra el Espíritu».
Me gustaría compartir como lo comprendo y lo vivo:
El Señor Dios nos convoca a la vida, pero respeta siempre la libertad de sus hijos. De forma que si alguien no acepta esa convocación, Dios nunca le va a forzar. Si alguien no acepta al propio Espíritu de Dios como Señor de la vida, Él tampoco va a obligarnos a aceptarle. Esta es la blasfemia hacia el Espíritu.
Ahora bien, yo me planteo: ¿realmente habrá quien no acepte a Dios, incluso en el momento del encuentro con Él? No lo sé. Es cierto que confío y vivo la misericordia infinita de nuestro Dios. Un Dios que tiene entrañas, lo mas profundo suyo, de misericordia.
Los que tenemos la dicha y el privilegio de haber descubierto a Dios en nuestra vida, sentimos al Señor muy cercano: Él se pone de nuestro lado, y su Espíritu, habita y está en nosotros. De forma incondicional: Dios con nosotros.
Este pasaje evangélico nos llama a sentir esa presencia, a hacer silencio, y sentirle cerca, muy cerca.
Hagamos silencio, pongámonos ante Él, y sintamos que Él está en nosotros, se pone de nuestra parte, y habita en nuestra persona, en nuestro ser, amándonos incondicionalmente.
José Luis, vuestro Párroco