Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Jueves XXIX del Tiempo Ordinario. Lucas 12, 49-53
Un texto curioso, y casi fuera de lugar para el Señor y Maestro de la paz: no he venido a traer paz, sino división.
Por un lado, elegir el proyecto de Jesús nos puede acarrear conflictos: es un proyecto que se opone a cualquier proyecto sociopolítico de este mundo. No por ser la oposición porque si, sino porque realmente el proyecto del Reino de Dios es tan pleno que no hay ningún otro proyecto que lo lleve adelante. Siempre habrá donde mejorar o cambiar. O a veces el proyecto del Reino entra en conflictos con otros proyectos de nuestro mundo, que realmente no ocasionan lo propio del Evangelio, la dignidad de todo ser humano.
Por otro lado, optar por Jesús, Dios hecho hombre, nos puede llevar a choques hasta con los más íntimos a nosotros, e incluso nos puede llevar a conflictos internos. Esta opción abarca toda nuestra vida. Y los cristianos tenemos que estar en guardia, continuamente en actitud de discernimiento, por nuestra opción de vida y de fe.
Jesús desea que su proyecto inunde la tierra, la «queme», la llene, esté «ardiendo» en su amor.
Contemplar hoy a Jesús es vivir deseando como Él que su proyecto se extienda, y lo inunde todo. Caer en la cuenta de su presencia en nuestro ser, y, por tanto, hacer nuestras las actitudes del Señor. Es pedir hoy capacidad y luz para hacer frente a los conflictos externos e internos que seguro que nos van a venir. Sentir su presencia en nuestra vida es ya sentir su paz y consuelo. Aunque nos toque estar metidos en muchos momentos en el mundo del dolor. Qué le sintamos muy cerca.
José Luis, vuestro Párroco