Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Martes XXXI del Tiempo Ordinario. Lucas 14, 15-24
San Lucas hoy nos propone esta parábola insistiendo en la capacidad de invitación del hombre que convoca: tres veces manda a sus criados a invitar a esa comida..
Jesús dice esta parábola ante la exclamación de una persona que comparte la mesa con Él, queriendo hacernos ver qué somos invitados continuamente por Dios a su mesa, a su banquete.
Parte del deseo de participar en el banquete del Reino de Dios, del cielo diríamos con un sentido clásico. Ante esta exclamación, el Señor recita esta parábola: Dios no nos deja de invitar, e insiste cuando ve que aún hay sitio: nadie está excluido de la invitación por parte de Dios a la fiesta de la vida.
Contemplar hoy este Evangelio es caer en la cuenta de cómo es nuestro Dios: somos convidados también nosotros. El enviado no convida solo a los buenos y guapos, a los famosos y de la alta sociedad, sino a todos. El sale a los caminos, a toda la población.
Descubrir un día más a este Dios que convoca a toda la humanidad a la vida, sin que sobre nadie. Dios amor. Dios Padre y Madre que no se cansa de amarnos. A todos.
José Luis, vuestro Párroco