Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Viernes XXXI del Tiempo Ordinario. Lucas 16, 1-8
Jesús hoy nos ofrece dos cuestiones para discernir en nuestro caminar hacia el Reino: ¿cómo utilizo los bienes que están a mi alcance? ¿de dónde saco la fuerza, la gracia, para caminar?
Tenemos el privilegio de vivir en una sociedad donde los bienes materiales están a nuestro alcance. No tenemos ningún problema para tener un nivel de vida alto comparado con la inmensa mayoría de la humanidad (ninguno de nosotros tendremos hoy problemas para comer…) Pero, ¿cómo uso los bienes que tengo a mi mano? ¿me doy cuenta y vivo con una actitud de profunda acción de gracias, o me creo, como un niño, que me lo merezco, que son «míos» por derecho propio? ¿dónde pongo mi corazón en mitad de todo de lo que dispongo?
Por otro lado, vivimos en un mundo complejo, que nos invita a tener, a dejarnos llevar, y a veces ni nos damos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Se nos convoca a ser cristianos en mundo duro, que no comparte con nosotros nuestra fe ni nuestras inquietudes: ¿de dónde saco las fuerzas, la gracia, para vivir en cristiano en nuestro mundo?
Sólo, yo creo, desde el encuentro con Jesús, y dejándole habitar en mi es cómo puedo en mitad de nuestra realidad vivir como «hijo de la luz», hijo de Dios.
Tomar conciencia de su habitación en mi ser, y dejarle cada día ser más fuerte en mi. Sentir su Presencia en lo más hondo de mi yo. Igual que hizo Jesús con el Padre: caer en la cuenta de que la fuente de la vida y el amor está en mi. Y vivir.
José Luis, vuestro Párroco