Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo XXXII del Tiempo Ordinario.
Sabiduría 6, 12-16; salmo 62; 1 Tesalonicenses 4, 13-18 y Mateo 25, 1-13
Jesús hace referencia a una costumbre propia de su tiempo: las amigas solteras de la novia esperaban el cortejo nupcial en la puerta de la casa donde se iba a celebrar la fiesta de bodas, que solía ser la casa donde vivirían los recién casados.
La parábola está llena de contradicciones internas: jóvenes que se duermen, una boda de noche, un convite nocturno, un novio malhumorado…
Creo que Jesús a partir de este relato nos invita a tener una actitud de «estar en vela, con aceite preparado», es decir, tener una actitud contemplativa en nuestra vida para descubrir la Presencia de Dios en toda nuestra vida.
El Señor es el primero que tiene esa actitud contemplativa (recordad cómo Él alaba a Dios porque se revela a los más sencillos y humildes, y estos notan su Presencia) Situarnos delante de Dios, Presencia viva, ofreciendo nuestra vida, y nuestro ser. Esa es la sabiduría a que nos convoca la primera lectura: la encuentra quién la busca sincera y humildemente.
Y pedirle la gracia de «estar en vela». Y, sintiendo la Presencia, llevar el amor, su amor, allí donde estamos. Vivir así es comenzar a vivir la vida plena a la que seremos llevados plenamente como dirá San Pablo en su carta a los Tesalonicenses. Es vivir el salmo: «mi alma está sedienta de Ti, Señor Dios mío»
Relevamos el Evangelio, y dejemos que esa frase sálmica resuene todo el día en nosotros.
José Luis, vuestro Párroco