Hoy 9 de noviembre en nuestra Diócesis celebramos a La Virgen de la Almudena, pero en toda la Iglesia hoy se conmemora la dedicación de la basílica de San Juan de Letrán en Roma (nuestra Diócesis traslada la liturgia a mañana martes 10).
La basílica “del Santísimo Salvador, y de los Santos Juan Bautista y Juan Evangelista del Laterano”, que es su nombre completo, fue consagrada por el papa San Silvestre en 324. Tiene el título de «omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et caput», madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad de Roma y del orbe entero. Esto es así porque es la iglesia propia del obispo de Roma, donde está su cátedra, que es la santa sede, desde la cual el obispo de Roma, Vicario de Cristo, preside a la Iglesia católica en la fe, la esperanza y la caridad, la guarda en la unidad.
La mayoría de las personas piensan que la catedral del papa es S. Pedro del Vaticano, porque es la iglesia más bonita y grande del catolicismo. También porque está el palacio apostólico y la curia donde vive y trabaja el papa. Pero es necesario aclarar que:
La basílica de S. Pedro del Vaticano no es una catedral sino una iglesia martirial, construida sobre la tumba del Apóstol Pedro. Se asemeja en eso a otras muchas iglesias de Roma, construidas sobre el lugar donde están enterrados mártires de los primeros siglos. La otra iglesia martirial romana por antonomasia es la de San Pablo extramuros, también basílica mayor, que se construyó fuera de los muros de la antigua ciudad de Roma —de ahí la expresión “extramuros”—, donde fue enterrado el Apóstol de los gentiles.
El primer palacio papal romano fue el que regaló el Emperador Constantino al papa en el Laterano, que se ubicaba justo en frente de la actual basílica de S. Juan de Letrán. Lo más conocido de las actuales dependencias del antiguo palacio es la Escala Santa, la escalera que subió Jesús ante Poncio Pilato, que fue mandada traer por la madre de Constantino, Santa Elena. A ella también de debemos que se trajera la sábana santa. Se conserva también la capilla papal, en la que el papa llegó a celebrar durante un tiempo la eucaristía sobre la sabana santa, que hacía de mantel del altar. Desde el s. IV hasta el s. XIV fue la residencia principal de los papas en Roma. De ahí que se construyera la catedral al lado del palacio.
Los textos de la liturgia son los propios de la consagración de una iglesia. El Evangelio nos recuerda que el templo cristiano simboliza el cuerpo encarnado de Cristo, el nuevo templo en que el Espíritu habita plenamente, murió y fue glorificado en la resurrección. El templo es Cristo mismo, y dentro de él brota la fuente de agua viva para los cristianos: del costado de Cristo brota el agua viva, plenitud de la imagen del agua que brota del templo (Ez 47). También en el templo es donde Cristo une a si a todos los fieles mediante el bautismo, consagrando cada cuerpo cristiano como un templo del Espíritu Santo, a imagen del Cuerpo de Cristo (1Cor 3).
De este modo, lo visible, en este caso una basílica como la de S. Juan de Letrán, es el lugar en que accedemos a lo invisible: la gloria del cuerpo de Cristo resucitado. Los cristianos no sólo creemos en Cristo: le tocamos en su templo, nos une a sí en el bautismo, le abrazamos en la eucaristía, nos perdona en la confesión. Es Él quien se hace presente en su templo, y en su templo continúa realizando las mismas acciones divinas a través de su naturaleza humana glorificada en la resurrección. ¡Tocamos al Señor!