Para leer el Evangelio: lunes 9 noviembre 2020

Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.

Lunes XXXII del Tiempo Ordinario. 

Día 9 de noviembre, solemnidad de Santa María la Real de la Almudena
Jn 19, 25-27.
Hay dos contenidos fundamentales en este relato tan breve del Evangelio. Tan breve, pero tan dramático y angustioso: Jesús colgado en la cruz y agonizante, es capaz de fijarse en la angustia y dolor de su Madre, y de su discípulo Juan. Sería este un primer mensaje: en mitad de la agonía, el Señor es capaz de fijarse en el dolor ajeno. Dramático, angustioso, pero esperanzador. Lleno de fe, una fe profunda.
El segundo sería la entrega de María cómo Madre a este discípulo, y, por tanto a todos los discípulos de Jesús: María, Madre de todos los cristianos.
Me gustaría fijarme en la última frase de este Evangelio: “la recibió en su casa”.
María es alguien singular: la mujer creyente que acoge como nadie la presencia de Dios en su vida, cuya vida completa, sin lugar a dudas, es una hermosa historia de fe: en los momentos de gozo, vive y alaba a Dios por lo que hace en ella. Y en los momentos de dolor y oscuridad (y tiene muchísimos), guarda en su corazón, espera, aguarda y confía.
Acoger a María en casa es venerar a esta gran mujer, dejarse querer por ella (es la Madre, y cómo dicen los clásicos, que nos cubre con su manto: la mantita dulce y suave con que se nos ha cubierto a todos en casa), y aprender de ella en un diálogo cálido y silencioso, donde el contemplar sea la forma y estilo: contemplar a esta persona, dejar entrar al Señor, como ella, en nuestra vida. Hondamente, desde el amor.
Acoger a María en nuestra casa. Venerar a María, patrona de Madrid, de nuestra ciudad, de nuestro pueblo, de nuestra vida, estemos donde estemos, es dejarnos querer por ella y, por tanto, por Dios.
Contemplemos con cariño este Evangelio.

José Luis, vuestro Párroco