Para leer el Evangelio: domingo 15 noviembre 2020

Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario.
Proverbios 31, 10-13.19-20.30-31; salmo 127; 1 Tesalonicenses 5, 1-6 y Mateo 25, 14-30

Pensar acerca de si mis talentos, los dones que Dios me da, las capacidades que tengo, las pongo en práctica o no; si soy una persona buena, que se esfuerza en hacer un mundo mejor, y que trabajo por el Reino de Dios es algo realmente loable: ¿cómo respondo a la vocación a la que Dios me llama?
Creo que el Evangelio de hoy además va por otro sitio más profundo, que nos debe mover hacia una forma de estar en nuestra realidad: los dones que tengo, regalo de Dios, la misma vida, don suyo, ¿lo vivo todo cómo donación de Dios? ¿me doy cuenta de que mi propio respirar, ser, vivir, amar, sentir, es todo entrega de Dios, obra de su amor?
Fijaos como habla el autor del libro de los Proverbios: la mujer hacendosa que «teme» a Dios, es decir, no que le tiene miedo, sino que no desea ofender a Dios, que vive en comunión con Él. De alguna forma esa mujer, la persona abierta al Espíritu, es un modelo de vida del creyente.
Vivir sabiendo que todo es don, todo gracia, todo reflejo del amor incondicional de nuestro Dios, es vivir poniendo en juego nuestros talentos, creando, no por nuestras capacidades, sino por lo que Dios nos da, un mundo mejor, algo más aproximado al Reino soñado por Dios.
Somos hijos de la luz, como dice Dan Pablo: esto es vivir unidos con el Señor, que nos convoca a estar en este mundo haciendo posible su sueño, poniendo nuestras capacidades para crear con Él ese mundo. Igual que hizo Jesús, nuestro hermano mayor.
Contemplemos hoy a Jesús, dejémosle un lugar en nuestra vida, Él ya está ahí, y vivamos unidos con Él.

José Luis, vuestro Párroco