Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Lunes XXXIV del Tiempo Ordinario. Lucas 21, 1-4
Creo que este pasaje se debería llamar «la mirada de Jesús».
El Señor está en el templo, y ve pasar personas diferentes, hasta que ve a esa viuda.
Él ve de forma diferente, ve lo que existe en el corazón. Tiene una mirada muy diferente a la nuestra. Él «sabe ver».
Con frecuencia hablamos de la sabiduría y conciencia de Jesús, de sí Él mismo sabía quién era, y de cómo va tomando conciencia de quién es. Hay múltiples datos en los Evangelios de esa toma de conciencia, y de su autoconocimiento: se retira a solas a orar, se va al desierto, busca a Juan Bautista…
Hay algo clave en todo ello: Jesús sabe mirar y sabe ver, distingue claramente lo que existe en nuestro corazón, como hizo con aquella mujer.
Él nos mira a cada uno, y ve lo que realmente somos… y Él está «enamorado» de cada uno. Justamente porque nos sabe ver y distinguir. Nos sabe contemplar.
Contemplar hoy este pasaje evangélico no es tanto para admirar el gesto de aquella viuda (que es realmente admirable), sino para acoger de forma humilde y confiada la mirada de Aquel que sabemos que nos ama. Y nos ama sin condiciones. Acogemosla. Vivamosla.
José Luis, vuestro Párroco