Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Lunes I del Tiempo de Adviento. Mateo 4, 18-22
Fiesta de San Andrés, Apóstol
¿Qué verían aquellos hombres en este hombre que lo dejan todo y le siguen?
Cada vez que la Iglesia propone contemplar a uno de estos primeros seguidores del Maestro me conmuevo y brotan en mi muchos sentimientos.
Es Jesús quién da el primer paso y llama, se fía de unas personas que son eso, personas, con todas las capacidades y limitaciones normales en un ser humano. Con una condición: Él conoce muy bien como es nuestra naturaleza, y aún así, nos llama. Muy diferentes sus criterios a los nuestros, a los de nuestro «marketing» (hoy buscaríamos como «hacer negocio», vender, eso es el marketing)
Por otro lado, estas personas , entre tambaleos y crisis, caídas y levantadas, van teniendo una fuerte experiencia de encuentro con Dios. Y, entre equivocaciones y fidelidades, entregan su vida por el Señor; hacen del proyecto de Jesús el centro de su vida: ¿cómo sería su experiencia de Dios?
Nuestra fe es apostólica, se apoya en el testimonio de estos hombres, de su experiencia con Jesús.
Hoy la Palabra me invita a leer y releer este pasaje evangélico, a hacerlo mío, a introducirme en él, y a tener, igual que Andrés, una experiencia de encuentro con Jesús, de sentirme invadido y lleno de Él. Vivir con este Jesús que me acepta tal y como soy, me salva y me llena. Y me envía a trabajar por su proyecto del Reino: le conozco tanto y me hace tan feliz, que intento trabajar por ese mundo soñado por Él. Pero antes de hacer, me llena y me da la paz que solo Él puede dar. Jesús muy presente en mi.
José Luis, vuestro Párroco