Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Lunes III del Tiempo de Adviento. Mateo 21, 23-27
Un Evangelio curioso, que parece que tiene poco que decirnos, la verdad.
Con frecuencia deseamos tener todo atado y bien atado, bien definido. Igual que pasa a los que interpelan a Jesús. Tal vez hasta con Dios nos pasa lo mismo…
Hoy Jesús con esas palabras suyas sale al encuentro de esta actitud humana: deseamos definir, tener bien atado hasta a Dios mismo.
Pero Dios nos supera siempre. Es un misterio tan grande, un abismo tan profundo, una realidad totalmente distinta de lo que podemos definir y acotar, que siempre nos va a superar. Somos incapaces de «apresar» a Dios. Ni tan siquiera con palabras ni ideas. Dios siempre mayor, siempre inalcanzable, y siempre extremadamente cercano.
Hoy este Evangelio nos invita a contemplar así a Jesús: Dios muy cercano, inmanente, más íntimo que nuestra propia intimidad, pero que a la vez nos supera y nos trasciende. Alguien realmente admirable; hoy dirían los más jóvenes, realmente alucinante, increíble. Contemplar hoy en Jesús el misterio estremecedor y tierno de nuestro Dios. Estar en silencio con Él y ante Él.
José Luis, vuestro Párroco