Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo IV del Tiempo de Adviento. Ciclo B.
2 Samuel 7 / Salmo 88 / Romanos 16 / Lucas 1, 26-38
Estoy convencido que toda la Escritura es un gran regalo de Dios para contemplarle, y vivir un encuentro con Él, el Dios que nos habita, y que nos rodea. El Dios totalmente transcendente, que llena todo, y a la vez inmanente, que habita en cada ser humano, en cada creatura.
Llevo ya nueve meses enviando estos pequeños mensajes. Quiero que sean una pequeña motivación a leer y contemplar el Evangelio, y poder vivir una experiencia de encuentro con Dios, porque eso es lo importante. De ahí que con frecuencia utilice ideas como contemplar, estar ante Él, hacer silencio. Porque esto es lo importante, repito.
Si vuelvo a esto de vez en cuando es porque no quiero que perdamos de vista lo esencial. Tan solo he recibido palabras de agradecimiento por estas «notas». Si os ayudan, adelante.
Vivir el encuentro con Dios supone un esfuerzo: Dios se deja encontrar, viene a nuestro encuentro, pero nos pide una actitud, un «trabajo» por nuestra parte: ponernos en «disposición de…». En mitad de los muchos ajetreos y trabajos que todos tenemos, contemplar la Palabra, nos exige una dedicación. Lo que nos aporta es mucho mayor que aquello que «le podemos dar». Porque nos va a dar una paz y una seguridad que nada ni nadie lo puede dar.
Por eso es bueno que dediquemos un tiempo a hacer silencio, tengamos intención de orar un momento, puede estar bien que iniciemos con un gesto (la señal de la cruz, una invocación…) leamos el pasaje evangélico que nos propone día a día la Iglesia, lo saboreemos, podemos leer estas palabras mías, y volvamos a saborear el Evangelio. Podemos acabar con un padrenuestro, o haciendo algunas peticiones, y pidiendo a Dios irnos metiendo poco a poco en el misterio de su Presencia. Acabaríamos con otro gesto. O un Ave María.
El pasaje evangélico de hoy, me enamora: Dios se acerca a una creatura, y le pide permiso para colaborar con Él, aunque ello conlleva dedicarle toda la vida. María, esta gran mujer, accede. Dios se acerca ella, Dios se nos acerca a cada uno. ¿Qué respuesta voy dando con mi vida?
Podemos contemplar y visualizar este pasaje, meternos dentro, admirar a María, y vivir este momento. Y darnos cuenta que hoy también Dios se nos acerca a cada uno y nos pregunta: ¿quieres seguir caminando y estando conmigo?
Dejemos que su Espíritu, igual que hizo María, nos llene. Y pidámosle capacidad para saber caminar en este mundo a veces complicado.
José Luis, vuestro Párroco