Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Lunes después de Navidad. Los santos inocentes, mártires.
Lecturas: Mateo 2, 13-18
Una página muy cruel del Evangelio, pero que no revela nada nuevo de adonde puede llevar la dureza humana.
Un profesor mío de teología solía analizar los sistemas económicos, llevándoselos a sus últimas consecuencias, normalmente para ver como era en sí mismo ese sistema socioeconómico. Si llevado al extremo tal sistema originaba injusticias, tal vez ese sistema tendría que ser reformado o revisado desde el punto de vista del Evangelio. Si un sistema ocasionaba injusticias o desigualdades, seguramente no estaba muy acorde con el Evangelio.
Creo que algo así le pasa a este pasaje evangélico: es la crueldad llevada al extremo. Unos niños inocentes, indefensos, pagan con su vida la crueldad y el ansia de poder de este hombre. La crueldad no origina más que angustia y dolor, muerte.
Frente a ello está el Señor: nuestro Dios debe huir, como tantos y tantos a lo largo de la historia (se ha hecho uno más, uno como nosotros, víctima como tantas personas).
Cuando Dios toma la opción de ser una persona como nosotros, asume totalmente nuestra limitación, no busca privilegios, y como tantos refugiados o inmigrantes, debe escapar, buscar sobrevivir en mitad de la adversidad (Egipto igual a Lesbos hoy, o tantos lugares…)
Hoy se nos llama a contemplar a las víctimas, y a darnos cuenta de que el Señor toma opción por ellas. También pasa por vivir la injusticia, igual que ellas. Tanto nos ama el Señor, que comparte con nosotros hasta el ser víctima. Y a las víctimas inocentes, les lleva a la vida. Rechaza totalmente la crueldad.
Pidamos a Dios al contemplar este pasaje evangélico, sentir que Él está con las víctimas. Y cuando vivimos el dolor, Él está a nuestro lado. Pidamos también ser como San José, hacer lo que podamos para remediar el mal.
José Luis, vuestro Párroco