¡Cuán necesarios son los padres en la formación de los hijos! Aunque en nuestros días el papel del padre ha sido relegado a un aspecto secundario, que cualquiera puede desempeñar o incluso en algunos casos es un rol vacío dentro de la familia.
Las familias disfuncionales son la nueva normalidad, el orden instaurado por la familia tradicional parece ya no tener cabida en nuestros días, donde la modernidad impone nuevos valores que corroen las relaciones humanas desde el núcleo familiar, segregando al otro, al punto de verlo como mi enemigo, no como mi complemento.
No es un secreto que la masculinidad está herida desde su raíz, lo que ha provocado el rechazo socialmente aceptado del papel del varón en la sociedad, es común hoy en día ver al hombre como el opresor, el violento; pero más allá de un problema de género, la violencia es un problema de humanidad, que solo se soluciona sanando, reconociéndonos necesitados de la belleza del orden que procede de Dios.
El padre es tan necesario como la madre en la conformación del hogar, tanto así que Dios Padre no descuidó este detalle al momento de darle un padre de carne y hueso a su Hijo Jesucristo; eligiendo al justo José como custodio de sus dos más grandes tesoros: Jesús y María, semejante responsabilidad no podía ser conferida a cualquier hombre sin virtudes.
Por lo anterior, no es desacertado afirmar que San José es modelo de padre y varón para la humanidad. En cuanto a la Sagrada Familia, Dios no dejó ningún detalle al azar, Su Hijo Jesucristo debía gozar en la Tierra de la mejor formación humana y divina. La belleza del amor se hizo vida en aquel humilde hogar de Nazaret.
Así, en tiempos donde la función de la familia se ha desdibujado es preponderante volver la mirada al diseño original, volver a exaltar la dignidad del varón y su rol como formador y autoridad dentro del hogar, pues el hecho de que la masculinidad se encuentre herida no se queda aislado, generando también profundas heridas en la mujer, quien alegando por el “derecho a la igualdad” ha reproducido las heridas causadas por el hombre.
Frente a esta dinámica de degradación social, la figura de San José, quien ha permanecido por largo tiempo oculto, emerge para señalar el camino de la auténtica masculinidad que nace de la pureza.
Parafraseando al Padre Donald Calloway, sacerdote estadounidense promotor de la devoción a San José, nunca antes ha habido en la Iglesia la necesidad de recurrir al justo José como en nuestros días, pues él es el arma poderosa escondida por Dios para los últimos tiempos.
Providencialmente el 8 de diciembre de 2020 el Papa Francisco proclamó el Año de San José hasta el 8 de diciembre de 2021, con motivo del 150 aniversario de la declaración de San José como patrono de la Iglesia Universal, mediante la Carta Apostólica «Patris Corde» (Con corazón de padre) el Papa resume el papel de José en la historia de la salvación e invita al pueblo de Dios a que “[…] crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su resolución”
San José es ese padre espiritual que quiere venir a interceder para sanar las masculinidades y paternidades heridas. ¡Es el tiempo de San José! Redescubramos la belleza del amor del hombre y la mujer vivido desde la pureza, de la mano del custodio de Jesús y María, seguramente él nos proveerá de lo necesario para escapar de los Herodes de nuestro tiempo. Ite ad Ioseph!
Texto escrito por María Paola Bertel y publicado en la web: FOCUS by Cathopic