Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Lunes semana II del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Mc 2,18-22
No quiero entrar en la dinamica del ayuno o la abstinencia. Creo que son signos hoy sin sentido. Se quedan en un mero cambio en el menú del día, y no van a más. Cuando llega la Cuaresma suelo plantear a quienes me escuchan que se piensen de que van abstenerse o ayunar para compartir algo de su vida. Qué sea un signo real.
Lo que le plantean hoy a Jesús apoyándose en el testimonio de los discípulos de Juan Bautista y de los fariseos es algo que queda fuera de la identidad cristiana: parece que estos hombres ayunan apoyándose en la propia voluntad para dar lastima y «ganarse» a Dios. Jesús, como siempre, da un giro inesperado: ellos plantean un voluntarismo realizado por aquellos, casi para comprar la lastima o el perdón de Dios.
Hoy quiero fijarme en la figura que utiliza el Señor para referirse a su mismo: el novio: Él es aquel que ama y que nos ama tiernamente. Ya lo «tenemos ganado». Nos invita a vivir su amor. Nada más y nada menos. Vivir el amor de Aquel que puede dar un nuevo sentido a nuestra vida, un sentido lleno de plenitud.
Hoy sería pararnos delante del Señor, y sentirnos amados de forma incondicional por aquel que quiere ser nuestro novio, nuestro amante, nuestro amado. Sentir la novedad de ese amor increíble de nuestro Dios. Estar con Él. Vivir con Él. Dejar que Él desde nuestro interior actúe y nos moldee. Vivamos sintiendo ese amor plenificante de Dios.
Creo que todos tenemos mas de una realidad que nos preocupa y nos angustia. Pongamosla en las manos amorosas de nuestro Dios.
José Luis, vuestro Párroco