Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo semana II del Tiempo de Cuaresma.
Lecturas: Gen 22, 1-2.9-13.15-18, Sal 115, Rom 8, 31-34, Mc 9, 2-10.
En este segundo domingo de Cuaresma, Dios nos presenta a su Hijo.
La Cuaresma es un camino hacia la Pascua. No creo descubrir nada nuevo.
El domingo pasado, se nos presenta el inicio de la actividad de Jesús, que se debe retirar al desierto para pensar y orientar cómo va a desempeñar su misión entre la gente. Y ahí vive las tentaciones. Jesús se retira al encuentro del Padre.
Hoy, Jesús es presentado por el Padre en medio de un escenario que nos deja muy claro quién es Él: lo alto de una montaña, rodeado por Moisés, el caudillo legislador y liberador, por Elías, el profeta defensor de la fe, y ante la mirada admirada de la comunidad, los apóstoles más íntimos y cercanos. En este escenario, el Padre presenta al Hijo, y nos recuerda: contemplarle y escucharle, para luego «bajar» al mundo, y caminar en la misión que nos lleva a la vida, a la resurrección. Pero caminar en este mundo, no alejados de él. Ir hacia Jerusalem.
Hoy se nos invita a contemplar al Señor, centro de nuestra fe, de nuestra vida. Como Abraham, poniendo nuestra confianza en Dios. Como Pablo, con la seguridad de que nada ni nadie nos puede apartar de Él.
José Luis, vuestro Párroco