La Anunciación del Señor (25 marzo)

La liturgia del jueves 25 celebra la solemnidad de la Anunciación o Salutación angelical que es narrado en el Evangelio  de san  Lucas 1, 26-37.  La solemnidad litúrgica de la Anunciación del Señor no es solamente el comienzo, sino la clave de lectura y de comprensión de todo lo que viene después. El Señor viene a visitar a su pueblo. Este es el mensaje central para comprender el significado pleno de toda este misterio que celebramos el 25 de marzo. Lo dice así la carta paulina a los Gálatas: «cuando vino la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para que… recibiésemos la adopción de hijos» (Gál 4,4-5).

Algunos datos históricos y teológicos de esta celebración parece de suma importancia tenerlos muy en cuenta. Parece ser que no existe ninguna mención de gran certeza o seguridad,  de una celebración del día de la Anunciación hasta el  X concilio de Toledo, celebrado en el año 656. Este concilio no habla tampoco de modo explícito de una fiesta de la Anunciación; constata que la madre del Verbo, es decir, del Hijo de Dios, o como San Juan refiere la “Palabra o Logos de Dios”,  no tiene todavía una fiesta que se celebre en todas partes el mismo día. En España hay una gran «festivitas gloriosae Matris», pero se fija en días diferentes. Entre estas fechas está la del 25 de marzo, pero hay también otras, por ejemplo durante el adviento. Parece ser que se encontraban frente a una fiesta de la maternidad virginal, vinculada estrechamente bien con la concepción de Jesús (25 de marzo), bien con su nacimiento (tiempo de adviento).

Es probable que ya en el siglo IV, en Palestina, hubiera una fiesta en la que se celebrase la encarnación y consiguientemente la anunciación. Efectivamente, se sabe que santa Elena edificó una gran basílica sobre el lugar donde la tradición  situaba la casa y la gruta de la Virgen. Pues bien, a día de hoy, se trata de la basílica de la Anunciación en Nazaret.

Pero la cuestión que se plantea es la siguiente: ¿Por qué precisamente la fecha del 25 de marzo?

Prescindiendo de su correlación con el día de Navidad, el 25 de marzo es el equinoccio de primavera. Desde los tiempos de Tertuliano había tradiciones que recordaban esta fecha como la de la creación del mundo (también a veces como la de la creación del hombre) y de la concepción de Cristo. Posteriormente se añadió también a ello la conmemoración de la muerte de Cristo. A ello parece aludir igualmente san Agustín. Calculando sobre la simbología de los números, dice que la gestación perfecta comprendería el período exacto de nueve meses y seis días. Esto es lo que se pudo verificar para la perfección del cuerpo de Cristo: «… Sicut a majoribus traditum suspiciens Ecclesiae custodit auctoritas. Octavo enim kalendas apriles [25 de marzo] conceptus creditus, quo et passuss… Natus autem traditur octavo kalendas januarias [25 de diciembre]» (De Trinitate IV, 5,9: PL 42,834). Y por otro lado, también e en el libro litúrgico Sacramentario Gregoriano preadriano (edición Mohlberg) refiere lo siguiente: «… VIII kalendas apriles Adnunciacio Sanctae Dei Genitricis et Passio ejusdem Domini».

En el siglo V  tenemos algunos sermones natalicios de san Pedro Crisólogo y de san León Magno; algunos de ellos tienen como objeto directo no ya el nacimiento de Cristo, sino el anuncio del ángel. También el himno Akáthistos fue compuesto para la fiesta de la Anunciación.

En los últimos siglos la denominación oficial de la fiesta ha sido: «Annuntiatio b. Mariae Virginis». En la época más antigua se usaban además otras expresiones, como: «Annuntiatio angeli ad b. Mariam Virginem». Pero sobre todo se hace mención de Jesús, ya que la fiesta más antigua debió ser en recuerdo del Señor. He aquí algunos títulos: «Annuntiatio Domini», «Annuntiatio Christi» e incluso «Conceptio Christi». Pero la referencia intensa a María hizo que ya desde muy antiguo fuese una fiesta en honor de la Virgen.

La gran variedad de fechas va ligada a la concepción del año litúrgico. En Oriente no había una idea muy rígida en este sentido; por ello las fiestas de los santos y las de la Virgen estaban esparcidas a lo largo de todo el año. En la iglesia del Occidente, por el contrario, sobre todo en España, no solían celebrarse fiestas de santos durante el período cuaresmal. De aquí la decidida fijación de la fecha de la Anunciación el día 18 de diciembre, en pleno período de adviento. El antiguo Misal Gelasiano y el Gregoriano tienen la fiesta de la Anunciación el 25 de marzo, lo mismo que en oriente. En la liturgia de las témporas de adviento se recuerda la anunciación. Y se introduce tardíamente, el 18 de diciembre, una festividad denominada «Expectatio partus». En estos últimos siglos se llega a una homogeneidad en la fecha de la Anunciación, el 25 de marzo.
Con la reforma litúrgica posterior al concilio Vaticano  II la festividad ha recobrado su nombre más verdadero, debido a una profunda motivación teológica: Anunciación del Señor. Efectivamente, el concilio recuerda la verdadera raíz de toda la grandeza y del carácter único de la persona y de la misión de María: su relación con Cristo (LG 67)


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