Con el Domingo de Resurrección comienza los cincuenta días del tiempo pascual que concluye con la Solemnidad de Pentecostés. La Octava de Pascua se trata de la primera semana de la Cincuentena; se considera como si fuera un solo día, es decir, el júbilo del Domingo de Pascua se prolonga ocho días seguidos.
El Cirio Pascual, que se enciende durante la Vigilia Pascual, permanecerá encendido junto al altar en las celebraciones litúrgicas durante todo el Tiempo Pascual.
La práctica de la Octava religiosa la encontramos en el Antiguo Testamento con la fiesta de las Cabañas o los Tabernáculos (Levítico 23-26). Constantino la introdujo en la liturgia católica. Cada año, durante la Octava de Pascua, celebramos la misa con las oraciones del día de Pascua, y los mismos cantos. De este modo, la semana de la Octava de Pascua es como un largo domingo que se prolonga ocho días, en el que cada día es Día de Pascua.
La fe en la Resurrección nos llena de alegría y de gozo, al mismo tiempo, da impulso y fundamento a todos nuestros esfuerzos por vivir de mejor manera nuestro bautismo, en el testimonio de una verdadera vida cristiana. Durante este tiempo permanezcamos cerca de María, para que ella nos ayude a llevar siempre la cruz con su Hijo, alentados en la Esperanza de su victoria sobre la oscuridad de la muerte y del pecado.