Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Jueves semana XVII del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Mt 13, 47-53
Me gusta la imagen del padre de familia que saca de un arcón lo nuevo y lo viejo. A menudo me identifico con Él: estamos en tiempos difíciles, parece que la fe es cosa de mayores, y que los que tienen menos edad no tienen necesidad de Dios.
Con frecuencia se culpabiliza a la Iglesia con una crítica muy fácil: no habla en lenguaje actual, ni se adapta a los tiempos. Puede ser que debajo de este pensamiento haya cierta verdad, pero creo que nos es acertado del todo: en mis tiempos jóvenes he hecho, como tantos colegas, de todo en las parroquias donde he estado (campamentos, volantes y estables, campos de trabajo, peregrinaciones, festivales, catequesis y liturgias actualizadas con jóvenes y niños…); hoy me pregunto dónde están todos aquellos jóvenes y niños, hoy adultos jóvenes, con los que yo trabajé…¿qué ha pasado?
Me gusta la imagen del hombre que saca lo nuevo y lo viejo del arcón: los sentimientos y deseos de todo ser humano, el deseo de plenitud, de un encuentro con el Señor de la Vida que satisfaga nuestro ser y ansia de sentido, digamos que es lo más originario a la persona (lo antiguo)
Por otro lado, lo nuevo es el momento actual, nuestro hoy (bastante complejo), con vivencias y categorías nuevas.
Jesús es ese padre de familia que es capaz de unificar y armonizar ambas cosas: es el Único capaz de darnos esa paz que ansiamos, esa armonía deseada (lo más originario y antiguo de nuestro ser), y a la vez, se adecua a nuestra persona, nuestras circunstancias, nuestra psicología (lo más nuevo)
Estemos con Él, contemplémosle, y dejemos llenarnos por Él
José Luis, vuestro Párroco