Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Viernes semana XIX del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Mt 19, 3-12
Jesús aprovecha una costumbre y un hábito muy «normal» en su cultura, para «sanear» nuestras actitudes, y denunciar proféticamente que a veces nos apartamos de lo deseado por el Padre.
Lo primero es devolver a la mujer la dignidad que se le ha quitado: Jesús en esta narración, la sitúa a la misma altura que al varón: igual dignidad.
Y lo segundo, Jesús habla de la terquedad o dureza de corazón: esto es lo que realmente rechaza: un corazón duro e inmisericorde, donde la otra persona es un objeto, una cosa.
Yo no sé si hoy nos encontramos cada uno de nosotros en esa diatriba acerca del matrimonio, pero sí que Él nos llama la atención acerca de nuestra posible dureza de corazón.
Él es el hombre abierto, que reconoce a cada ser humano, mujer o varón, como ser humano realmente, y que nos llama a ser así: a reconocer y cuidar.
Él es, además, aquel que se hace eunuco por el Reino (en la mentalidad judía, y la mentalidad clásica grecorromana de la época, es impensable), es aquel que se entrega totalmente, incluyendo su afectividad y hasta su genitalidad, en favor de crear el proyecto deseado por el Padre, donde cada persona somos llamados a ser hijos y hermanos…
Contemplemos así a Jesús, el Dios y hombre que reconoce a cada persona, le da su valor y dignidad, y se entrega siempre en favor de los demás.
José Luis, vuestro Párroco