Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo semana XXIV del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Is 50, 5-9, Sal 114, Sant 2, 14-18, Mc 8, 27-35
Un mensaje denso y profundo dentro de una narración de un acontecimiento.
Nos cuenta hoy San Marcos un hecho: Jesús sondea que se dice de Él entre la gente, y a la vez que piensan los discípulos más cercanos.
Pedro recoge muy bien lo que van pensando los discípulos, pero también vive lo que se piensa que debería ser el Mesías: un hombre fuerte y victorioso, de forma que se opone a la idea de Jesús. Para el Maestro el Mesías es el Siervo que ama, y se entrega por amor y por confianza al Padre, aunque sea hasta la muerte. La forma de Jesús de llevar a cabo su ministerio mesiánico no es la victoria de la fuerza ni de las armas, ni del lujo o la opulencia, sino el servicio fiel y callado, vivido con amor al Padre y a los demás, aunque ello le lleve hasta la muerte. La entrega de uno mismo por amor. Esta es la auténtica cruz cristiana: no el dolor por el dolor, sino la entrega amorosa.
Hoy nos invita a vivir y tener ese estilo de vida: el amor que rompe nuestras comodidades y orejeras, que nos abre al Padre y a los demás, y que es lo único que nos conduce a la vida.
Santiago en su carta es muy claro: muéstrame tu fe en tu forma de vivir. Isaías nos habla de la entrega confiada en las manos del Padre.
Confesar a Jesús como Señor y Mesías, como enviado del Padre, nos tendría que ir llevando a vivir con y como Él.
Releamos este pasaje evangélico, y dejemos que el Señor nos cale hondo.
José Luis, vuestro Párroco