«MI CAMINITO”
Leemos en el evangelio de San Mateo: “En aquel momento se acercaron los discípulos de Jesús diciendo: ¿Quién será el más grande en el Reino de los cielos? Él, llamando a sí a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad, os digo, que si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos. Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de éstos, ése será el más grande en el Reino de los cielos”. (Mt. 18,-14).
La infancia espiritual consiste en hacerse enteramente niño ante Dios y ante los hombres. No por un espíritu aniñado, ingenuo o enfermizo, no por infantilismo y pura ingenuidad, sino por el amor, la humildad, la sencillez, el candor, la confianza, el abandono filial y la ausencia absoluta de toda clase de complicaciones en la vida espiritual.
¿QUÉ ES LA INFANCIA ESPIRITUAL?
A la luz de los escritos de Teresita y de la interpretación de sus mejores estudiosos y comentaristas, los rasgos fundamentales de la infancia espiritual pueden dividirse en dos grupos, que se complementan mutuamente: uno negativo, no es el sentido peyorativo del término, y otro positivo.
Cuatro son los rasgos negativos principales que presenta la infancia espiritual:
la ausencia de mortificaciones extraordinarias,
la ausencia de carismas sobrenaturales,
la ausencia de método de oración -no de oración ni mucho menos-
y la ausencia de obras múltiples o de activismo espiritual.
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, maestra de vida espiritual y doctora de la Iglesia, fue una persona de oración, de constante y fecunda oración, que definía así: “La oración es una simple mirada al cielo, un grito de gratitud y de amor, así en medio de la prueba como en el seno del gozo. Es una cosa elevada, sobrenatural, que dilata el alma y la une con Dios… Hago como los niños que no saben leer: digo sencillamente a Dios lo que quiere decirle y siempre me entiende”.
Más importantes y más decisivos que los llamados rasgos negativos del camino de la infancia espiritual son los rasgos positivos:
la primacía del amor, la confianza y filial abandono,
la humildad,
la sencillez
y la fidelidad a las cosas pequeñas.
Texto parte del completo artículo del P. Jesús de la Heras: Historia de un alma y de una vocación: Santa Teresita de Lisieux (revistaecclesia.com)