Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Sábado semana XXVI del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Lc 10, 17-24.
Un Evangelio para contemplar, visualizar, leer y releer, y saborear. Bellísimo. Muy ungido de Espíritu Santo.
Me gustaría quedarme con dos pequeñas ideas que brotan de esta lectura tan bella.
Estad alegres no por todo lo que conseguís, sino porque vuestro nombre está inscrito en el cielo. Por encima de nuestros éxitos, o fracasos, está el sabernos ubicados en el corazón de nuestro Dios. Dios no nos quiere porque hagamos las cosas bien, seamos muy perfectos, sino por puro amor entrañable.
Y la alabanza del Señor: dichosos por lo que veis, porque cuánta gente, y gente muy importante, no lo han visto. Descubrir al Maestro es una maravilla, un gran don, un gran privilegio. Sentir al Señor tan cercano y tan íntimo. Vivir sus entrañas de misericordia infinita.
Por eso os decía el vivir este Evangelio de forma contemplativa. Estemos así.
José Luis, vuestro Párroco