Santos Apóstoles Simón y Judas Tadeo: Los testigos valientes del Evangelio
Hoy recorremos la historia de San Simón y San Judas Tadeo, miembros del Colegio Apostólico.
Por JESÚS LUIS SACRISTÁN
Dios siempre cuenta con todos para la difusión del Evangelio. No importa la procedencia ni la forma de ser. Eso sí cuenta la idea de poner la mano en el arado con firmeza y sin mirar hacia atrás. En este último lunes de octubre es la Fiesta de los Santos Apóstoles Simón y Judas. Nos vamos hasta el Evangelio donde se cita al Señor que pasó la noche en oración y al día siguiente llamó a sus discípulos y de entre ellos escogió a los que Él quiso.
Entre ellos figuran estos dos Apóstoles. Simón ocupa el undécimo lugar dentro de los Doce, tal y como recalca el Evangelio. Nacido en Caná de Galilea, se le conoce con el sobrenombre de “Zelotes”. Pudiera ocurrir que este apelativo hiciese alusión a su pertenencia a este grupo guerrillero de Palestina, si bien, habría dejado todo ello al seguir al Maestro.
Por otro lado, Judas Tadeo, que también entra dentro del Colegio Apostólico, es el que pregunta al Maestro en el Cenáculo el motivo de manifestarse a ellos y no al mundo, según recoge el evangelista San Juan. En el recorrido a los nombres de ellos se le pone su apellido Tadeo para distinguirle de Judas Iscariote, el que lo iba a entregar. A él se debe la carta que lleva su nombre en el Nuevo Testamento, en la Sagrada Escritura.
Como los demás Apóstoles, predican la Buena Nueva, siguiendo el mandato de Cristo Resucitado antes de ascender a los Cielos, y una vez que recibieron la efusión del Espíritu Santo el Día de Pentecostés. misión que les conducirá hasta Asia. Y de la misma forma que los otros, exceptuando a San Juan, el discípulo amado, mueren también derramando su sangre por causa del Reino de los Cielos. No hay muchos datos de su forma de martirio.
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