Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo semana XXXI del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Dt 6, 2-6, Sal 17, Heb 7, 23-28, Mc 12, 28-34.
La Palabra de Dios hoy es increíble. Es para leer y releer, saborear y mantener en el corazón.
Me gustaría detenerme más que en la revelación de la invitación a amar, en la promesa que Dios hace a su pueblo: habitaras en una tierra que mana leche y miel, es decir, «habitaras en la vida» expresado con la categorías propias de aquella época.
Llamados a la vida es lo mismo que plantea el autor del Deuteronomio, y que plantea el mismo Señor en el Evangelio: Dios es Amor, y descubrirle es descubrir la llamada a vivir el Amor. Vivir esta llamada es vivir la Vida plena, la tierra que «mana leche y miel»
Y vivir el Amor nos lleva a amar a aquellos que nos rodean: Dios no es un ser que se encierra en sí mismo, en una autocomplacencia, consigo mismo, o con unos cuantos. Es un Amor que se derrama, que nos hace ver que el otro es importante, y que nos va pidiendo ir teniendo relaciones de amor con los demás, con todos, comenzando con los más cercanos, pero abiertos a los demás.
En la seunda lectura, el autor de la carta a los Hebreos nos dice que Jesús es el santo, inocente, puro, sin mancha, compasivo. En Jesús encontramos al hombre que vive el amor, la entrega a los demás por amor, el servicio pleno. En definitiva, el mejor modelo de hombre que vive el amor.
Estemos con Él…
José Luis, vuestro Párroco