Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo semana XXXII del Tiempo Ordinario.
Lecturas: 1 Re 17, 10-16, Sal 145, Heb 9, 24-28, Mc 12, 38-44.
Las lecturas de hoy nos llama a pensar acerca de lo que doy o no, de si soy o no generoso.
Pero, unido a ello, está el caer en la cuenta de la mirada de Jesús: ve mucho más de las apariencias, no se queda en lo externo, sino en lo más hondo del corazón de la persona: ve como es la viuda, tanto la de Sarepta, como la del Evangelio.
Las viudas en el mundo bíblico no son nada: son personas de segunda categoría, no tienen apoyo de varón, y son de las que no cuentan. Justamente Elías recurre a ella; Jesús más que fijarse en los triunfadores y potentados, se fija en la que menos vale y tiene. Porque ve el corazón.
Hoy podemos contemplar esa mirada de Jesús: ve la realidad de nuestro corazón, ve nuestra realidad, por encima de las apariencias e imágenes, nos ve como somos, y «se deja cautivar» por la sencillez, no por la prepotencia y arrogancia, si por el reconocimiento sencillo y sincero de lo que somos y tenemos (fijaos en la respuesta de la viuda de Sarepta al profeta).
Hoy podemos dedicar un tiempo a estar con el Señor, a leer tranquilamente esta palabra, y a ofrecernos a Él tal y como somos.
Estemos con Él.
José Luis, vuestro Párroco