Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Sábado semana XXXIII del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Lc 20, 27-40
Jesús ante la ironía de los saduceos, religiosos conservadores de su tiempo, que mantenían la más estricta teología judaica, manifiesta su revelación: nuestro Dios es un Dios de vivos, o es el Dios de la vida.
Es un título que no me canso de repetir: nuestro Dios es el Dios de la vida. Estamos, como indica el mismo Jesús, llamados a ser hijos de Dios. Nuestra vocación como creaturas es una llamada a ser hijos de Dios. Ser y vivir como hijos suyos.
Y si nuestro Dios es el Señor de la vida, ¿como vivo potenciando la vida?
La acogida, la comprensión, el amor, el perdón, el diálogo…¿como hoy lo estoy viviendo?
En la medida en que dejo que Jesús viva en mi, estoy dejando que el Dios de la vida esté en mi, y voy potenciando la vida a mi alrededor. ¿Le dejo estar en mi?
Estamos en la víspera de la fiesta de Jesucristo Rey del Universo. ¿Le dejo ser Señor, Rey de mi vida, de mi persona?
Estemos con Él.
José Luis, vuestro Párroco