Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Viernes semana I del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Mc 2, 1-12.
Me sorprende uno de los versículos iniciales: la población se agolpaba a la puerta.
Últimamente me admira ver cómo la gente en los evangelios busca a Jesús. Hoy con esa frase inicial, y viendo los esfuerzos que hacen los que portan al paralítico, me sigo admirando.
Creo que a pesar del aparente ambiente que nos rodea, y de la continua invitación que tenemos a «disfrutar» de la vida, sigue existiendo en lo más hondo del corazón de cada ser humano un anhelo de plenitud enorme. Un anhelo que nada ni nadie lo puede dar, sino tan sólo Dios.
Hoy Jesús se nos revela como aquel que puede dar esa plenitud, que se compadece, y que actúa con una tremenda libertad: a pesar de que quienes le rodean pueden ser muy legalistas y puritanos, y tienen gran poder, el obra dando plenitud allí donde está, trayendo vida.
Contemplemos este Evangelio, dejémonos empapar por Jesús, el único que nos puede dar vida.
José Luis, vuestro Párroco