Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Jueves de la Octava de Pascua.
Lecturas: Lc 24, 35-48.
Me sorprende la actitud de Jesús: se encuentra entre los discípulos, los que le han dejado solo, y que lejos de recriminar nada, les desea la paz.
A la vez, indica: soy yo. Una declaración que no deja lugar a dudas: soy yo. No tengáis miedo, no soy un espectro que viene a vengarse. Soy yo, el de antes, y sigo sintiendo lo de antes: el deseo enorme de paz para todos. El Resucitado que es el Crucificado, y que es el mismo que caminó, comió y bebió con ellos: Jesús de Nazaret.
Desde una existencia diferente, es el mismo. Luego entonces, su proyecto es el mismo: la vida desde el amor y el perdón.
Hoy podemos contemplar así al Maestro: el Vivo para siempre, presente en nuestra vida, como estaba en mitad de aquel grupo, que nos sigue proponiendo vivir unidos a Él. Podemos también sentir sus palabras a cada uno de nosotros: «no temas, te comprendo, y te quiero intensamente», como les hace ver a aquellos discípulos.
Estemos con Jesús, Vivo y Resucitado. Él está en nosotros.
José Luis, vuestro Párroco