Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Martes XXIII del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Lc 6, 12-19.
Un Evangelio bellísimo.
Hoy se nos revela al Señor como el hombre orante que busca el encuentro con Dios antes de tomar una determinación: subió Él sólo a la montaña, al encuentro con el Padre, a orar. En la noche, en la paz, en la quietud, Dios está.
Y una vez que vive ese encuentro con el Padre, elige a un grupo de hombres: no busca a los mejores, ni tan siquiera a los más inteligentes o instruidos: busca personas a quienes va a proponer una tarea para Él importantísima: la suya propia.
El Señor vive el encuentro con el Padre para salir al encuentro con el ser humano, con la persona, con el otro. Y sale al encuentro con el hombre para salvar: salía una fuerza de Él que curaba.
Podemos leer hoy despacio este Evangelio, visionarlo, y estar un rato en el silencio con Dios. Contemplemos al Maestro.
José Luis, vuestro Párroco