Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo XXVI del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Am 6, 1a.4-7; Sal 145; 1Tim 6, 11-16; Lc 16, 19-31.
Hoy Jesús se revela como el Dios que toma opción por el más débil, por quién más sufre. Se revela como un Dios preocupado por sus hijos, y especialmente por aquellos más frágiles, débiles y vulnerables, que sufren más. También se revela como el Dios atento a todo ser humano. A la vez nos llama a ser como Él, atentos a todo aquel que nos rodea.
El profeta llama la atención a los ricos, no por ser ricos sino por sólo pensar en sí mismos.
Jesús va a presentar al rico de la parábola como aquel que solo está pendiente de si mismo, y es incapaz de pensar en aquel otro que está a su puerta. Jesús es aquel que está atento a los demás.
Además nos propone una formula para estar atentos: la apertura a la Palabra de Dios, la referencia a Moisés y los profetas en el Evangelio.
Nuestro Dios es un Dios atento a todo ser humano, especialmente a aquellos que no cuentan; nos pide que igual que Él, vivamos atentos a nuestro mundo cercano.
San Pablo vuelve a dar pistas para ello: práctica la fe, la justicia, el amor, la delicadeza…
Hoy el Señor, un día más, se nos revela como quien está pendiente de cada uno de nosotros, y nos pide que unidos a Él, porque Él está en nosotros, vivamos y seamos como Él. Así sea.