Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo XXIX del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Ex 17, 8-13, Sal 120, 2 Tim 3, 14-4,2, Lc 18, 1-8.
Unas lecturas complejas. A primera vista nos pueden parecer con un mensaje contradictorio: ¿Qué pinta hoy una narración legendaria del éxodo? ¿Puede transmitirnos algo realmente con vida o con Espíritu?
Pero observando «su interior», tal vez comprendamos lo que el Señor hoy nos quiere revelar.
El mensaje oculto del Éxodo es la oración en tiempos de dificultad: Moisés orando en mitad de una batalla, apoyado por dos personas que confían en Dios. A partir de una narración legendaria, se nos propone a Moisés cómo hombre orante.
El mensaje de la carta apostólica es la sabiduría qué podemos encontrar en la contemplación de la Palabra de Dios.
Por supuesto el mensaje evangélico es la invitación a poner nuestra vida en las manos de nuestro Dios, orando con confianza ante Él.
Jesús es el modelo y ejemplo de hombre orante. Lo que propone en el Evangelio es lo que Él vive: la confianza sin condiciones en el Padre que le va a escuchar. El Dios Padre bueno que está con Él, y que le llama a la vida. El mismo Dios que está con cada uno de nosotros, que nos invita a una relación con Él desde la confianza y el amor. Igual que vivió Jesús.
Podemos leer estas lecturas desde estas dimensiones, y pedir ir siendo como Jesús: confiados en el Padre desde el amor.
Estemos con Él.
José Luis, vuestro Párroco