«Confía, la gracia de Dios no te ha de faltar»
Santa Carmen Sallés, educadora y fundadora de las Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, nace en Barcelona el 9 de abril de 1848. Como otras compañeras suyas de colegio, acude a un grupo juvenil, cristiano y mariano: “hijas de María”. Es elegida para un matrimonio con un joven, propuesta que sus padres aceptan viendo en ello una salida interesante para su hija. Pero dice que no. Quiere pertenecerle sólo a Dios hasta que llama a las puertas del noviciado de las Adoratrices.
Las Adoratrices se dedicaban a la recuperación de mujeres marginales, por la delincuencia o la prostitución. Su inquietud y su capacidad de razonamiento la llevaron a preguntarse cómo habrían sido aquellas mujeres si la sociedad les hubiese dado otras oportunidades. Decidió entonces dedicar la vida a la formación de la mujer, para que pudiera ocupar en la sociedad el lugar que le correspondía, en cualquier clase social en que se encontrase.
El trabajo que realizan las Adoratrices es admirable. Pero a ella se le pide el camino de la anticipación por la educación preventiva: llenar, desde los primeros años, el corazón de niños y jóvenes para que no tenga en ellos cabida el mal. Lo explica así: «para alcanzar buenos fines, son menester buenos principios».
Acude al sacerdote que orientó su adolescencia y su vocación. Y él la conduce hacia una congregación dedicada a la enseñanza. Pasó para ello a una Congregación de Religiosas, dedicadas a la enseñanza y educación de la mujer: las Dominicas de la Anunciata, fundadas por el P. Coll, quien la recibió en el Noviciado. Durante 22 años se dedicó a la educación en diversos lugares, dirigió una escuelita para que los hijos de mujeres trabajadoras no estuvieran en la calle. Entre las Dominicas va profundizando en la vida comunitaria, en la vida de oración y en la educación de la mujer. Poco a poco ahonda en la comprensión de la importancia que tiene la cultura, para que la mujer pueda ocupar con dignidad y eficacia un puesto en la familia, como esposa y como madre educadora de hijos; y un puesto en la sociedad que se abre tímidamente al trabajo femenino.
Entre otros problemas internos se la acusó de querer llenar de vanidad la cabeza de la mujer. El año 1889 Carmen inicia un profundo proceso de búsqueda. Oraba, consultaba y se ponía a la escucha de la voz del Espíritu Santo que la hablaba al corazón y también por las circunstancias que vivía.
Los problemas fuertes acontecen a finales de 1891 y primeros meses de 1892. La verdad es que ella nunca quiso salir definitivamente de la Congregación Dominicana, sino desplegar una rama de este mismo árbol. Quiso quedarse en la casa, para seguir impartiendo la enseñanza en ella. Pero se lo negaron, y se vio forzada a iniciar un camino nuevo. Carmen entrega su proyecto a la Virgen del Buen Consejo, situada en una capilla de la Colegiata de San Isidro en Madrid. Acompañada de tres compañeras inició una Congregación nueva en la Iglesia. Con la protección del obispo de Burgos, Manuel Gómez Salazar, obtiene junto a otras compañeras, la aprobación diocesana para la apertura del primer colegio concepcionista.
Murió en Madrid, a los 63 años, el día 25 de julio de 1911 habiendo gastado y desgastado su vida por Dios y los hermanos.
Oh Dios, que concediste a santa Carmen Sallés
la abundancia de tu gracia, un profundo amor a la Virgen Inmaculada
y el conocimiento de tu predilección por la infancia y la juventud,
haz de cada uno de nosotros un instrumento dócil a tus inspiraciones
para que, como ella, seamos testigos ante el mundo de las maravillas de tu amor.
Ayúdanos a recorrer con María, Madre y Modelo,
el camino de una plena fidelidad a Cristo y a su Iglesia,
sirviendo con amor a nuestros hermanos. por Jesucristo nuestro Señor. Amén.