Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Jueves IV del Tiempo de Adviento.
Lecturas: Lc 1, 46-56.
Un cántico sorprendente. No sabemos si María lo dijo así o no, pero si que sabemos que refleja de forma extraordinaria el ser, el alma, de María.
Ante la bendición y la admiración de Isabel, María no sé alaba a sí misma, sino que alaba y glorifica a Dios, situándose como creatura, persona unida al plan y proyecto de Dios. No es ella la importante ni quién salva, sino Dios mismo. Y así lo hace ver María.
Maria alaba a Dios porque salva, levanta al desvalido,y le lleva a la vida. Es un Dios que desbarata a los soberbios, y salva a quienes se sienten pobres de corazón, sin fuerzas, pero que confían en Él. Igual que la misma María.
Podemos leer despacio esta cántico, releerlo, dejarnos impregnar por el, sentir los sentimientos de esta gran mujer. Estemos con ella, que siempre nos remite a Dios.
José Luis, vuestro Párroco