Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Miércoles de la semana I de Cuaresma. Ciclo A
Lecturas: Lc, 11, 29-32.
Un Evangelio que parece casi de advertencia o amenaza, pero que tiene un gran parte de revelación. Más que una advertencia, había que decir que es una invitación a la conversión.
Jesús se siente, y lo es, el hombre enviado por Dios.
Él escucha como nadie; los signos o milagros que hace realmente dependen de la fe de quién lo pide, nunca son para sembrar la admiración y quedarse en lo espectacular.
Por ello, ante la petición de un milagro para «distraer o contentar», Jesús invita a hacer lo que hicieron los habitantes de Ninive y la reina del sur, o de Saba: escuchar la Palabra de Dios, bien en el profeta Jonas, bien a través del rey sabio. Escuchar la Palabra. Jesús, el auténtico escuchante de la Palabra.
Podemos leer este pasaje evangélico, y contemplar al Señor como aquel que sabe escuchar a Dios. Pidámosle ir siendo como Él.
José Luis, vuestro Párroco