Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Miércoles de la Octava de Pascua.
Lecturas: Lc 24, 13-35.
Otra página bellísima del Evangelio.
Los dos discípulos van entristecidos, fracasados, acobardados y avergonzados.
En mitad del dolor, el Señor se hace presente, da sentido a su sufrimiento, y se queda con ellos en un gesto muy propio de Jesús: el pan partido.
Jesús se acerca, les acompaña, les comprende, y les hace ver el auténtico sentido de las cosas. Después, se queda con ellos ante su insistencia, y les «envía» de alguna manera a dar consuelo a quienes lo necesitan. En este momento, los mismos apóstoles y discípulos
Hoy podríamos visionar esta escena, sentir los ánimos rotos de estos discípulos, sentir que el Señor se aproxima, y oír sus palabras.
Podríamos presentarle nuestras angustias y fracasos, y pedirle «quédate, Señor, conmigo. Nada puedo sin ti»
Leamos este Evangelio, y estemos con el Señor.
José Luis, vuestro Párroco