Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo II de Pascua (Ciclo A).
Lecturas: Hch 2, 42-47; Sal 117; 1 Pe 1, 3-9; Jn 20, 19-31.
El texto evangélico es maravilloso: revela unas actitudes del Maestro realmente admirables.
El Señor se presenta en mitad de su comunidad, de su grupo. Este está encerrado, con mucho miedo y avergonzado. Jesús se hace presente en mitad de este grupo: y se hace presente sin reprensiones ni enfados, sino tan solo deseando la paz.
Nuestro Dios es el Señor de la Paz que nos da lo más íntimo suyo, su propio aliento, su propio ser, su Espíritu.
El Señor Resucitado nos hace ver que es el Crucificado, muestra las cicatrices de la pasión a Tomás, pero a la vez es distinto: invita a creer, a confiar.
Hoy podemos contemplar así a Jesús: el Crucificado qué es el Resucitado, que nos llama a abrirnos a su Espíritu y a llevar adelante su misión, siempre misión de perdón.
Estemos con Él.
José Luis, vuestro Párroco