Cátedra de san Pedro (22 febrero)

La liturgia celebra el día 22 la fiesta de la Cátedra de San Pedro. Se trata de una tradición muy antigua, atestiguada en Roma desde el siglo III, con la que se da gracias a Dios por la misión encomendada al apóstol san Pedro y a sus sucesores. La «cátedra», literalmente, es la sede fija del obispo, puesta en la iglesia madre de una diócesis, que por eso se llama «catedral», y es el símbolo de la autoridad del obispo y de la enseñanza evangélica que, como  sucesor de los Apóstoles, está llamado a conservar y transmitir a la comunidad cristiana.

Podemos decir que la primera «sede» de la Iglesia fue el Cenáculo, donde Jesús reunió a sus discípulos para la Última Cena y donde recibieron, con la Virgen María, el don del Espíritu Santo. Más tarde, Pedro se trasladó a Antioquía, ciudad evangelizada por Bernabé y Pablo, donde los discípulos de Jesús fueron llamados por primera vez «cristianos» (Hechos 11:6). Allí Pedro fue el primer obispo, y esto explica por qué  Antioquía tenía una fiesta propia de la Cátedra de Pedro que se celebraba el 22 de febrero.

Luego Pedro se dirigió a Roma, centro del Imperio, símbolo del «Orbis», la tierra,  donde concluyó con el martirio su vida al servicio del Evangelio. Por eso, la sede de Roma, que había recibido el mayor honor, fue reconocida como la del sucesor de Pedro, y la «cátedra» de su obispo representó la del Apóstol encargado por Cristo de apacentar a todo su rebaño.
Hasta 1960, hubo dos fiestas de la Cátedra de San Pedro, una el 18 de enero -referida a la sede de Roma- y otra el 22 de febrero -referida a la sede de Antioquía-. En 1960, Juan XXIII unificó ambas fiestas suprimiendo la del 18 de enero.

Cristo mismo confirió al apóstol Pedro la autoridad pastoral y magisterial, como recuerda el Evangelio elegido por la liturgia para esta fiesta. Dos testimonios nos ayudan a entender su significado y valor. San Jerónimo escribe al Obispo de Roma: «He decidido consultar la cátedra de Pedro, donde se encuentra la fe que la boca de un Apóstol exaltó; vengo ahora a pedir un alimento para mi alma allí donde un tiempo fui revestido de Cristo. Yo no sigo un primado diferente del de Cristo; por eso, me pongo en comunión con Vuestra Beatitud, es decir, con la cátedra de Pedro. Sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia» (Cartas I, 15, 1-2). Y San Agustín: «La institución de la solemnidad de hoy tomó de nuestros predecesores el nombre de Cátedra, por el hecho de que se dice que el primer apóstol, Pedro, ocupó su Cátedra Episcopal. Por lo tanto, las Iglesias honran con razón el origen de esa Sede, que por el bien de las Iglesias el Apóstol aceptó». (Serm. 190, I; P.L. 39, 2100).

Del Evangelio según San Mateo
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?».

Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».
«Y ustedes -les preguntó-, ¿quién dicen que soy?».
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas  del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo». (Mt 16,13-19)

Tú eres el Cristo
Jesús interroga a los suyos y, después de haberles preguntado sobre lo que la gente piensa de Él, estrecha el campo y les pregunta: «¿Quién decís que soy yo?». Una pregunta que viaja a través de los siglos para subrayar que la fe en Jesús es la fe en Dios, en el Señor Jesucristo, y que está ligada al papel de Pedro y de sus sucesores. La barca de la Iglesia tiene al timón a Jesús, el Hijo de Dios: no hay tormentas que puedan hacer que se hunda.

Signo de unidad
Pedro y sus sucesores, elegidos como principio y fundamento visible de la unidad de la fe y de la comunión, son un punto de referencia al que mirar para seguir el camino de la vida con confianza y seguridad. Celebrar la «Cátedra» de san Pedro, significa, por tanto, atribuirle un fuerte significado espiritual y reconocer que es un signo privilegiado del amor de Dios, Pastor bueno y eterno que quiere congregar a toda su Iglesia y guiarla por el camino de la salvación.


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