Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Miércoles de la XXXI semana del Tiempo Ordinario (Ciclo B).
Lecturas: Lc 14, 23-33.
A mí parecer, estamos ante un texto denso y profundo, con muchos matices. Y muchos mensajes. Matices que nos revelan como es el Maestro.
Jesús se manifiesta como el centro de la vida del discípulo. No es que haya que elegir entre lo querido y Jesús, sino que todo en la vida del discípulo se mira y se vive desde el Señor. Así mi vida familiar está «empapada» por la fe: su estilo es el cristiano, el amor.
Cuando el Maestro nos habla de tomar la cruz, no es que busquemos el dolor, sino que el amor nos lleva a la entrega, y a veces eso comporta dolor. Así vive Él: su amor a la humanidad, concretada en aquellos que le rodean, le llevará a entregarse hasta la muerte.
Otro matiz al que nos invita hoy el Maestro, y que lo vive Él es el discernimiento: le seguimos, pero vamos sopesando hasta donde podemos llegar. Igual que hace Él: no se entrega ingenuamente, sino que poco a poco va descubriendo su amor. Así, a veces se marcha de Jerusalén. Jesús sabe muy bien hasta donde llegar.
Por último, vuelve a manifestar Jesús: la renuncia a los bienes es hacer de Él el centro de nuestra vida.
Podemos leer este texto evangélico, imaginar al Señor, y escucharle «¿Me quieres seguir?» Vivamos como Él.
José Luis, vuestro Párroco