Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo II del Tiempo de Cuaresma.
Lecturas: Lc 9, 28b-36.
Un texto muy revelador, para leer en silencio, visualizar y saborear. Podemos ver tranquilamente este relato, y poco a poco imaginarlo e introducirnos en él, para participar en él como los discípulos, y contemplar al Señor en su gloria, entre los profetas y los líderes del pueblo.
Pero hoy me gustaría además centrarnos en algo del texto: una nube les cubre, y de esta nube surge una voz: el Padre presenta al Hijo.
Dios es como esa nube: misterioso, inabarcable, difusa… Hoy nos podemos fijar en Dios, y admirarle. Lo totalmente otro, siempre superándonos, pero siempre presente en nuestra vida. Admiremos a Dios, y dejémonos sorprender por Él. Sintamos sus palabras, descubramos a Jesús.
José Luis, vuestro Párroco