Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Sábado XXIV del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Lc 8, 4-15.
Creo que el Señor hoy se nos revela como el sembrador, como quien ha creado la buena semilla, y como la tierra buena que acoge, deja germinar y da buen fruto.
Leyendo despacio esta parábola, podemos distinguir quién es Aquel que siembra: el propio Espíritu, el ser de nuestro Dios. Dios nunca deja de sembrar en nosotros los deseos de bien y de hermandad para con toda la humanidad.
Los propios dones que Él siembra, son parte de si mismo: el amor, el bien, la igualdad, la justicia…
¿Y quien da mejor fruto que el propio Jesús?
Hoy podemos leer esta parábola, visionarla, y distinguir al mismo Dios que siembra y se da a si mismo. Jesús nos habla de si.
Creo firmemente que el Señor habita en nosotros. Podemos pedirle ser buena tierra, acoger su Presencia, y dar frutos de vida. Igual que hace Jesús.
Estemos en silencio con Él.
José Luis, vuestro Párroco