Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Domingo IV del Tiempo Ordinario.
Lecturas: Sof 2,3;3, 12-13; Sal 145; 1 Cor 1, 26-31; Mt 5, 1-12 a.
Unos textos bellísimos que nos llevan a descubrir un día más como es nuestro Dios.
Podemos ver cómo Dios se revela a un pueblo humilde y pobre, que pone su corazón en Él, como indica el profeta.
Un Dios que elige a los más desvalidos del mundo, que sin prepotencias ni arrogancia se acercan a Él. Tal vez porque sea un Dios sencillo, puro amor, sin ataduras ni complejos, que ofrece su vida y su amor a aquellos que le buscan, como indica Pablo.
Un Dios como revela el Evangelio: pacífico, limpio de corazón, misericordioso, que desea la paz y la justicia, y trabaja por ellas, que sufre con la esperanza de ser consolado, que busca la igualdad aunque no sea comprendido.
Las bienaventuranzas son realmente un retrato de cómo es Jesús, y, por tanto, de cómo es Dios. Un Dios con rostro muy humano.
Podemos hoy leer estas lecturas, y estar con Él. Contemplémosle. Dejemos que Él nos inunde y nos llene.
José Luis, vuestro Párroco