María Ana Navarro Romero, hoy conocida como Beata María Ana de Jesús, nació en Madrid el 17 de enero de 1565. Consagrada muy joven al Señor, se dedicó fielmente a la oración y a la penitencia.
Treinta años contaba ya cuando a oídos de Mariana llegó la noticia de que en la capilla de los Remedios — llamada la “Catedral de la Corte”— desarrollaba sus buenos oficios un religioso sencillo y humilde. Se llamaba fray Juan Bautista, el reformador de la Orden de la Merced. Allí acudió en busca de dirección y consejo y, desde entonces, ambas vidas discurrirían unidas.
Terciaria de la Orden de la Merced, destaca por su devoción a la Virgen, su identificación con la pasión de Cristo y su amor a la Eucaristía.
De salud frágil, con largos procesos de enfermedad, es conocida por su servicio a los pobres y enfermos.
La fama de sus virtudes, experiencias místicas y milagros, atraerán a una multitud procedente de todos los estratos sociales.
La Casita de Mariana —de este modo era conocida su estancia— en centro de peregrinación de las gentes que acudían a ella en busca de comprensión y consuelo. La reina de España, Isabel de Borbón, mandó llamarla a Palacio, y se tuvo por una de las amigas más allegadas, a la que, por entonces, era llamada “la santa de Madrid”.
Muere el 17 de abril de 1624 en Madrid. Fue beatificada por Pio VI en 1783.
Su cuerpo permanece incorrupto en el Convento de MM. Mercedarias de Don Juan Alarcón (Madrid).
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