Con estas palabras no pretendemos explicar ni suplantar el Evangelio diario, sino dar pautas para contemplar esta lectura, sabiendo que lo fundamental es leer, saborear y gustar internamente el Evangelio, descubriendo más hondamente como es el Señor.
Jueves de la XXIV semana del Tiempo Ordinario (Ciclo B).
Lecturas: Lc 7, 36-50.
Es tremendo este pasaje evangélico. Para leer despacio, leer, y volver a leer. Dejarnos impregnar por todo él.
Podemos visionar y visualizar, oír este relato, meternos dentro de él, vivirlo.
Hoy Jesús se nos revela inmerso en el mundo de su tiempo, en su sociedad: así acepta una invitación a comer, como tantas veces acepta Él, y como tantas tantas aceptamos y hacemos.
Jesús, inmerso en su mundo e inmerso en el nuestro. Con un talante y estilo muy determinado: se deja acoger, agasajar, acoge las muestras de cariño, da el perdón. Podíamos decir que mira entrañablemente el corazón. Y podiamos decir que nos mira a cada uno de esa forma: entrañable. ¿Entrañas hondas de misericordia y acogida? Por supuesto que sí.
Podemos leer despacio este Evangelio, y contemplar así al Señor.
Estemos con Él.
José Luis, vuestro Párroco